Se dice que a las pinturas, a las "obras", se las debe dejar hablar o explicarse por sí mismas. Y para ser sincero, hay buenas razones para dejarse seducir por esta idea. La realidad es, sin embargo, que nos la pasamos explicando nuestras intenciones, nuestros deseos, y si bien los "resultados objetivos" pueden decir más, decir menos o simplemente algo distinto a lo que pretendíamos, ese resultado no deja de cargar con esta tensión, ES de hecho la efectuación de esta discordancia. Y la pintura, a pesar del ruido que pueda introducir el tratar de explicarla, si tiene algo que decirle a alguien, lo dirá. Y si no, se encerrará en obstinado mutismo. Es por eso que esta introducción, que no pretende más que una camuflada disculpa por hacer exactamente aquello que en el fondo sospecha incorrecto, se corre milimétricamente de ese lugar, alegando que lo que explicará será únicamente una argucia técnica, un entusiasmo conceptual. ¿Qué idea, qué concepto está detrás de esta pintura? Básicamente, que lo más lejano estuviera definido, enfocado, y lo más cercano, borroso, fuera de foco. Al final era muy simple che.
Óleo sobre tela, 90x70 cm, unas veinte horas.