Esta noción me ha resultado de utilidad para conceptualizar la diferencia entre un modo de pintura obsesionada con "lo liso" y lo contínuo ( de algun modo, lo asocio a la mirada que piensa lo real como lo fotográfico) y un modo de pintura más preocupado por la generación de aire y espacialidad.
Podemos imaginar dos polos: en uno de ellos, una superficie contínua, opaca, densa y homogénea; una superficie que impida ver las capas anteriores. Y en el otro polo, una superficie heterogénea a nivel matérico, que alterne zonas opacas con zonas transparentes, zonas "abiertas" con zonas "cerradas" (respecto al trabajo de la pincelada), que deje ver la imprimatura o los ebauches preliminares, que los ocluya parcialmente, etc, etc. La realidad, como siempre, ocurre ENTRE ambos polos.
Le llamo "dejar la superficie abierta" al tratar de trabajar orientándonos hacia el último polo, y le opongo un "mal" (ah, porque siempre somos algo maniqueos) que es clausurar la superficie: cuando la superficie se homogeiniza y bloquea toda relación dinámica con capas anteriores, la pintura deja de respirar, se hace demasiado pesada y en un punto destruye la espacialidad. Por supuesto, de algún modo uno puede lograr espacialidad sólo con la "copia" de valores (alternancia en la dimensión valores). Pero considero que moverse sólo en esta dimensión no alcanza para darle variedad a una zona. Creo que la variedad debe ocurrir en la dimensión valor, en la dimensión temperatura, en la dimensión tinte, en la dimensión saturación, en la dimensión matérica (transparencia/opacidad) y en la dimensión pincelada (abierta vs cerrada). Si bien no es necesario cambiar TODO TODO el tiempo, creo que una pintura que tienda a homogeneizar la dimensión matérica y la dimensión pincelada no logra generar superficies pictóricas ricas.
En general, la aplicación matérica densa y homogenea llega por muchos repintados y correcciones, que nos van alejando del grano de la tela (tu mejor amigo, segun SOLOMON), y nos hace perder el interjuego entre las capas sucesivas, ocluyéndolas. Dejarlas expuestas en ciertas zonas genera tensiones internas, y estas tensiones internas ayudan a que las zonas vibren de un modo que la opacidad completa jamás podría.
Una buena forma de mantener abierta la superficie, cuando una va corrigiendo y ajustando cosas, es cada tanto rascar la superficie con una espátula. Eso ayuda a restablecer el grano de la tela, dejando una imagen fantasma de lo que veniamos haciendo (dependiendo del tiempo de secada que hayamos dejado trabajar la pintura, el efecto del rascado será distinto)
Les dejo algunas imagenes que creo, tratan de ilustrar el punto. La pintura trata de mantenerse abierta por alternancia de alguna o todas las dimensiones que mencioné anteriormente.
En un sentido simple y clasico podemos hablar de monotonía vs variedad. La unidad es imprescindible para la obra, para el efecto de conjunto, pesos y jerarquías. Pero una unidad sin variedad es, posiblemente, aburrida. Sin tensiones. Necesitamos la variedad. Ahora bien, demasiada variedad puede atentar contra la unidad pictórica. Se trata entonces de encontrar la variedad EN la unidad.