Veamos si mi memoria puede reconstruir cómo siguió la cosa.
Habíamos quedado en que se había realizado una grisalla relativamente completa, en valores relativamente cercanos a los deseados (es decir, sin proceso de re-escalamiento del valor).
Primas cuestiones interesantes: la grisalla de abajo servía para que el color de arriba secara más rápido de lo esperado, dada la proporción de aceite en juego (50/50, con trementina). Servía también para dar una gran armonía tonal. El color, cuando se aplica sobre una grisalla neutra, tiende a resultar -aún en su mínima expresión- demasiado estridente. Entonces, uno avanza de a poquito. Todo color (por poco que sea) parece mucho. Lo bueno: el ojo se sensibiliza a súper sutiles variaciones. Lo malo: a veces se avanza demasiado lento.
Para compensar, algunas veces pintaba "identidad", otras variaciones, de acuerdo a qué me fuera pidiendo y qué fuera resultando.
Otra cosa que sucede a menudo: el color "se apaga", retrocede, después de la primera aplicación. Es la influencia desaturadora de la grisalla. Ergo, muchas veces hay que pasar varias veces hasta obtener el tono deseado. Esto se conecta con esa lenta y paulatina aparición del color que puede resultar tanto muy útil para la sutileza, para ver la pequeña diferencia, como por el contrario exasperante, y en esa obsesión por la micro diferencia, terminar en volatilizar cierta "identidad" del color.
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