17 octubre 2015

Páramo: proceso

Siempre me encantó descubrir y conocer procesos de trabajo que se han utilizado en la historia de la pintura. Y si bien los he investigado y utilizado, en gran parte de las ocasiones, en la práctica concreta de mis trabajos, la aplicación metodológica termina siendo más laxa, más abierta, y por qué no confesarlo, un poco caótica. La técnica/proceso está ahí, como sosteniendo, pero aflojo en varios puntos, aquí y allá, por impaciencia, por aceleramiento, o bien porque necesito dejar "lugares libres" (es decir, fuera de control) para que mis ganas fluyan. Como una receta sobre la que se improvisa. 

Aquí va un ejemplo de ese desorden inicial, que se va acomodando a medida que avanza.

1. Empecé este trabajo con la tela toda teñida de tierra sombra natural oscura. Esa base suele usarse como medio tono o como "ambiente", pero en este caso la base estaba pensada para un cuadro que no fue, de modo que su presencia era simplemente la del bastidor a mano.

2. Dibujé sin mucha precisión ni acabado el emplazamiento de la figura con pastel tiza blanco. Sabía que quería un páramo como escenario, pero no llegué a resolver previamente cómo estarían distribuidos los demás elementos que no fueran la figura principal. Esto no necesariamente es una práctica recomendable. Pero en este caso fue para ese lado.

3. Seguidamente empece a manchar los tonos principales, con grandes pinceladas, a nivel de establecer las masas/planos principales que me dieran algo de donde agarrarme (la pintura estaba ligeramente diluida, pero no mucho; el medium era trementina, aceite, y calcita)

4. Ajusté el dibujo, ajusté los planos, quebré los planos en subplanos, casi siempre con capas en la que la carga matérica estaba en nivel medio (un poco mas fluida que de tubo)

5. Y así hasta que estuvo medianamente acabado. Los retoques finales incluyeron un poco de liquin, aunque no excesivamente.













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